Cada día nos enfrentamos a cambios. Más de una vez al día, incluso. Una quedada que se anula a último momento, un viaje al hospital porque te pasaste entrenando y ahora no puedes andar, un examen sorpresa, una cena improvisada porque la pizzeria a la que tenías planeado ir está cerrada por vacaciones…
Y claro que estos cambios pueden ser buenos, como un examen que se aplaza, una nueva heladería en tu calle, un puente inesperado… Pero la verdad es que nunca se sabe.

Y hay que saber aceptarlos y cogerlos, porque nuestra vida está basada en los cambios. Recuerdo hace unos años que yo tenía que hacer una exposición, y me la sabía entera y estaba muy emocionada, y la profesora me la aplazó. Me lo tomé muy mal, pero mi madre me dijo que estas cosas pasan y hay que saber adaptarte a ellas.
Y ahora me pregunto, qué hubiese pasado si mi padre no hubiese aceptado nunca ESE trabajo que nos hizo mudarnos y tener la vida que tenemos ahora. Yo en ese momento (tenía cinco años) no tenía ni voz ni voto, pero siento que si yo hubiese podido decidirlo seguramente ahora no estaría escribiendo nada y menos en español.
Estas situaciones me hacen ver que los cambios, aunque en el momento parezcan negativos, pasan por alguna cosa, y que siempre se encuentra algo positivo, si se intenta fluir con el cambio y no simplemente rechazarlo.
